Siempre en estas fiestas nos encontraremos con muchas corrientes de pensamientos y creencias. No faltan quienes prefieran seguir las corrientes del Grinch, de estar enojados aun con estas fiestas, de entrar en el sinsentido, de decidir apartarse o alejarse, de sentirse consumidos por las obligaciones familiares o el gastadero de dinero en regalos muchas veces hechos solo por compromiso.
Hay otros que disfrutan estas fiestas, las esperan, decoran sus casas, con árboles llenos de adornos, planifican los amigos secretos, incentivan a los pequeños y a los adultos a realizar listas de regalos, planifican la cena y alguna que otra sorpresa, también realizan rituales religiosos como la Misa del Gallo para celebrar el nacimiento del Niño Jesús.
Me pregunté: ¿En qué vereda estuve y estoy actualmente?
De pequeña me encantaba la navidad, eso de creer que el viejo pascuero traía regalos solo porque eras pequeña, si bien es cierto no siempre le achuntaba, no recuerdo haber pensado que eso era por haber sido mala, mal portada o mala alumna, solo me sentía contenta. También me encantaba el árbol de navidad, crecí con árbol navideño de verdad, de pino, que nos daba alergia a mis tres hermanos y a mí, lo decorábamos muy colorinche, recuerdo que algunos adornos eran “delicados” y literalmente si se caían se rompían, estaban hechos de vidrio. Las luces, que todos los años sumaban una que otra quemada y probábamos las antiguas para cambiarlas, siempre escuche a mi madre decir que “el próximo año me adelantaré y compraré luces nuevas” (eso nunca ocurrió mientras fui niña jajajaja, era un espectáculo de algo de miedo pensar que nos electrocutaríamos). Bueno eran otros tiempos.
No recuerdo quien gentilmente mató mi ilusión de la navidad, tal vez fue la señora que nos cuidaba, pero ya a mis nueve años me mostró donde estaban ocultos los regalos, no lo recuerdo como algo triste, pero algo cambió.
Evidentemente los adultos de mi casa, especialmente mi madre, quería siempre hacer de esta fecha algo tan especial, que de tanto esfuerzo terminaba histérica, gritando, muy autoexigida entre la limpieza de la casa, el armado del árbol, la compra de regalos, su trabajo y cuatro hijos. Decía que era la fecha más importante porque unía a la familia, se compartía una cena y había regalos.
Muchos años después en mi adultez traté y lo juro con mi corazón, traté de seguir esta tradición, sin embargo, cuando comencé el camino del autoconocimiento muchas fiestas dejaron de tener sentido para mí, y una de estas fue la Navidad. Y ahora lo comprendo, porque inevitablemente pasaban dos cosas: la primera era que estaba atrapada en mi papel de víctima/victimario y por lo tanto tenía todo un pergamino de todos mis dolores para cobrar a la familia, así que por algunos años me transformé en el Grinch, me revelé de una forma dolorosa en estas fiestas, quería demostrar que eran una mentira social donde solo se gastaba dinero, te llenabas de deudas y comprabas solo por rellenar un compromiso.
Años más tarde y desde que nacieron mis hijos, algo se volvió a encender en mí, y no solo con la navidad, sino también con todo el mundo mágico infantil. Hadas, duendes, dragones, autos que hablan, todo lo que podía volver a imaginar y recordar de mi niñez. Era evidente, aún seguía enojada con mi familia, pero mis hijos ¡ellos eran otra cosa!
Sí debo confesar que he modificado ciertos aspectos como, por ejemplo, esas cenas de tanta comida, ya no va más, solo porque es excesivo y terminamos enfermos del estómago, pero la magia de la lista, los regalos, los juegos, todo eso volvió a aparecer. Hemos hecho la tradición de decorar el árbol a la pinta de ellos, tengo fotos y videos donde el árbol está literalmente solo adornado a un lado, a eso sumado los adornos del colegio y una que otra cosita de sus propios juguetes. Jamás hablé con ellos en términos si se portan bien o se portan mal, hemos tenido navidades solo los cuatro o a veces con más familia, depende netamente de que tan introspectivos estemos, ya no desde la pena, el deber ser o el cumplir.
Mi hijo mayor, ya sabe que no existe el viejito pascuero, sin embargo, ha decidido seguir creyendo y quiere que su hermano tenga esa ilusión por lo menos dos años más. De pequeños ellos han visto el trineo en el cielo y yo siempre me pregunté ¿por qué no? Nuestro cerebro es capaz de eso y mucho más.
Actualmente, siento que cualquier instancia es válida para compartir, da lo mismo la ocasión, navidad, año nuevo, día del conejo, día de la araña, ya sinceramente no me importa. He tomado una especie de consciencia de que mi vida me pertenece y por lo tanto puedo decidir desde dónde quiero vivir ciertas experiencias, solo sé que mi corazón cada vez está mucho más en paz respecto de los recuerdos de mi niñez o mi pasado, solo sé que me encanta tener excusas para comer algo rico, tomar algo rico y compartir con los que amo, solo sé que ya no me obligo nunca más a comprar porque si, o por el deber ser. Porque aún me encanta ver la cara de mis seres queridos cuando reciben una sorpresa.
Te dejo la inquietud:
¿Y tú en qué estas en esta navidad?
¿Cuáles son tus recuerdos de estas fiestas en tu infancia?
¿Con quién estarás este día?
¿Qué sentimientos predominan en ti?
¿Disfrutas de estas festividades?
¿Te sientes obligado a comprar regalos y participar de amigos secretos?
¿Te sientes obligado a participar de las fiestas del trabajo y escolares?
¿Te gusta la música navideña o te irrita?
¿Aún estás enojado con estas fiestas?
Estas preguntas te podrían conectar con aquellos discursos que aún te dañan, no significa que si celebras estas fiestas eres más saludable del dolor, es desde donde decides tu vida. Puedes no sumarte a estas festividades, y si eres feliz así y te sientes en paz No pasa nada.
Aprovecha estas instancias para regalarte aquello que sientes te falta, aquello que te conecte con tu tranquilidad y tu paz.
By Anónimo Ego (A.E)
María José Tardón García
Humana en cuerpo de mujer tratando de experimentar el Ser
Espejos y Fractales del Alma
@efdalma
https://linktr.ee/efda
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